sábado, 3 de diciembre de 2011

Un mundo desbocado


Sumidos en la costumbre resulta difícil darnos cuenta de que este, sí es un mundo desbocado. La idea puede sonar descabellada: vivimos tan aprisa que poco a poco, nos hemos condenado a ser resultado de nuestra propia historia.
La Ilustración trajo consigo esa Revolución Industrial cuyas implicaciones científicas y tecnológicas modificaron los sistemas de producción. La regulación del mercado pasó entonces del control de las organizaciones del Estado a las comerciales, para instituirse como la base de la sociedad moderna.
Con la creación de un mercado global de divisas electrónicas, gracias a los aportes de las comunicaciones satelitales desarrolladas durante la última mitad del siglo pasado, la modernidad terminó de consolidarse.
La manera de interrelacionarnos ha cambiado a lo largo de este proceso que conocemos como historia: modelos e instituciones otrora funcionales han sido rebasados por la realidad, quedando relegados al pasado.
Abrumados por la cantidad de información que de manera notoria nos aportan las tecnologías sobre nuestro entorno, ahora global, asimilamos  y configuramos, una y otra vez  nuestra realidad para adaptarnos a ella.
La tecnología digital y la democratización de la información nos han forjado y reconfigurado una y otra vez, en una sociedad. Libertad de expresión, derechos humanos y  equidad de géneros son entre otras demandas, algunos de los aspectos resultantes de la globalización.
Tradiciones y modelos como la familia poco a poco se han diluido  a lo largo de los años quedando obsoletos y siendo modificados para aplicarlos a los tiempos modernos. Otros  conceptos como el riesgo han sido, sin embargo, adoptados pues resultan útiles para el desarrollo de una sociedad basada en la economía.
En un mundo sin límites, un mundo desbocado sólo queda pensar qué papel jugamos en un mundo tan viejo y tan grande, al ser nosotros tan jóvenes y tan pequeños.

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