viernes, 2 de septiembre de 2011

La vida 2.0

Vivimos muy aprisa entre mails, actualizaciones de facebook y google plus, tweets y feeds de noticias que se renuevan a cada segundo con información de otros internautas ansiosos de compartir datos.
Es cierto, la tecnología ha aportado beneficios reales que van desde la inmediatez y la practicidad hasta la comodidad. Sin embargo, se trata de herramientas sin vida propia que dependen de nosotros, pero… ¿hasta qué punto dependemos nosotros de ellas?
Su uso conlleva, tal vez,  un muy alto precio: no sólo proporcionan el material del pensamiento; además, modelan la manera en la que pensamos: son los medios quienes plasman la realidad y la forma en que la percibimos.
Hace cinco años la web se volvió 2.0 y aún hoy en día, somos ajenos a la nueva manera de ver el mundo que han traído consigo. Estamos tan acostumbrados a aquel antiguo proceso lineal de pensamiento, que somos incapaces de reconocer la superioridad de este otro, interconectado, que ha afectado, incluso, las formas de absorción de información a partir de la inmersión digital.
No es para sorprenderse: todo cambia. El pensamiento y la manera de ver el mundo no escapan a las alteraciones que trae el paso del tiempo, por más que simplemente asumamos la realidad como una costumbre ante su repetición constante.
No sólo nosotros somos capaces de adaptarnos, también lo hacen nuestros pensamientos. Ellos son flexibles y cambian con la experiencia, las circunstancias y la necesidad.
Así, cuanto más se usan las recientes y desconocidas nuevas tecnologías, más alteran la manera en la que trabaja nuestra mente: nos permite adaptarnos a las condiciones cambiantes, aprender nuevos datos y desarrollar nuevas habilidades.
Somos más que un puñado de genes y experiencias. La forma de percibir, configurar y responder a la realidad varía en función de la manera en que vivimos. Esa capacidad de adaptabilidad del cerebro ofrece una flexibilidad mental para adaptarnos a situaciones nuevas, aprender nuevas habilidades y ampliar nuestros horizontes.
Nuestra mente tiene el potencial: la rigidez de las ideas es, paradójicamente, la trampa que nos juega nuestro propio cerebro. No estamos condenados a la repetición de una actividad o un pensamiento, por más que sea suficiente para reforzarla en mente y, sin el cuidado adecuado, transformarla en un hábito.
Hemos evolucionado a tal grado, que nuestros cerebros obtuvieron la neuroplasticidad. Gracias a ella y a las nuevas tecnologías, tenemos el mundo a nuestro alcance: sólo se necesita creer en nuestro potencial y capacidad para imaginar, crear, desarrollar y lograr mucho más.
Como sea, terminamos siendo lo que pensamos. No estamos condenados a repetir errores, podemos cambiar, elegir y decidir.Y yo… Yo pienso que podemos ser mucho más.

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